MANIFIESTO
Manifiesto
Extracto del diario del Teniente Coronel Mervin Willett Gonin DSO, quien estuvo entre los primeros soldados ingleses en llegar al campo de exterminio nazi de Bergen-Belsen, el que fue liberado en abril de 1945 cerca del final de la Segunda Guerra Mundial.
No puedo dar una descripción adecuada del Campo de Horror en el cual mis hombres y yo mismo gastamos el siguiente mes de nuestras vidas. Era apenas un árido desierto, tan pelado como un gallinero. Cadáveres colocados en cualquier parte, algunos en pilas inmensas, a veces colocados por separado o en pares donde habían caído.
Me tomé un breve tiempo en conseguir ver a hombres, mujeres y niños desplomarse mientras caminabas sobre ellos y refrenarme para ir en su ayuda. Uno tenía pronto la idea de que el individuo solo no contaba. Uno sabía que quinientos morían al día y que quinientos al día pasarían moribundos antes de cualquier cosa que pudiéramos hacer tuviera el efecto más leve. No fue, sin embargo, fácil ver a un niño estrangulado de muerte por la difteria cuando sabes que una traqueotomía y enfermería lo salvaría, uno vio mujeres ahogadas en su propio vómito porque estaban demasiado débiles para darse vuelta, y hombres comiendo gusanos, como cogían media barra de pan sin nada, tuvieron que comer gusanos para vivir, ahora apenas podría decir la diferencia.
Pilas de cadáveres, desnudos y obscenos, con una mujer demasiado débil para sostenerse en pie contra ellos mientras cocinaba el alimento que le habíamos dado sobre una fogata; hombres y mujeres agachados en cualquier parte del campo abierto aliviándose ellos mismos de la disentería que les fregaba los intestinos, una mujer de pie completamente desnuda lavándose con algo de jabón el recuerdo de un niño perdido.
Fue pronto después de la llegada de la Cruz Roja Inglesa, aunque no puede tener conexión, que llegó una cantidad muy grande de lápices de labios. Esto no fue en absoluto lo que los hombres queríamos, gritábamos por centenares y millares de otras cosas y no sé quién pidió lápices de labios. Deseo tanto poder descubrir quién lo hizo, fue la acción de un genio, una brillantez auténtica y completa. Creo que nada hizo más por esos internos que el lápiz de labios. Mujeres tendidas en la cama sin ningún cobertor y ningún camisón pero con labios rojos escarlatas, las viste vagando con nada excepto una manta sobre sus hombros, pero con labios rojos escarlatas. Vi a una mujer muerta en la mesa funeraria y cogida en sus manos había un pedazo de lápiz de labios. Por fin alguien había hecho algo por hacerlos individuos otra vez, ellos fueron alguien, ya no solamente el número tatuado en el brazo. Por fin podrían tomar un interés en su apariencia. Ese lápiz de labios empezó a devolverles su humanidad.
Fuente: Museo imperial de la Guerra
Extracto del diario del Teniente Coronel Mervin Willett Gonin DSO, quien estuvo entre los primeros soldados ingleses en llegar al campo de exterminio nazi de Bergen-Belsen, el que fue liberado en abril de 1945 cerca del final de la Segunda Guerra Mundial.
No puedo dar una descripción adecuada del Campo de Horror en el cual mis hombres y yo mismo gastamos el siguiente mes de nuestras vidas. Era apenas un árido desierto, tan pelado como un gallinero. Cadáveres colocados en cualquier parte, algunos en pilas inmensas, a veces colocados por separado o en pares donde habían caído.
Me tomé un breve tiempo en conseguir ver a hombres, mujeres y niños desplomarse mientras caminabas sobre ellos y refrenarme para ir en su ayuda. Uno tenía pronto la idea de que el individuo solo no contaba. Uno sabía que quinientos morían al día y que quinientos al día pasarían moribundos antes de cualquier cosa que pudiéramos hacer tuviera el efecto más leve. No fue, sin embargo, fácil ver a un niño estrangulado de muerte por la difteria cuando sabes que una traqueotomía y enfermería lo salvaría, uno vio mujeres ahogadas en su propio vómito porque estaban demasiado débiles para darse vuelta, y hombres comiendo gusanos, como cogían media barra de pan sin nada, tuvieron que comer gusanos para vivir, ahora apenas podría decir la diferencia.
Pilas de cadáveres, desnudos y obscenos, con una mujer demasiado débil para sostenerse en pie contra ellos mientras cocinaba el alimento que le habíamos dado sobre una fogata; hombres y mujeres agachados en cualquier parte del campo abierto aliviándose ellos mismos de la disentería que les fregaba los intestinos, una mujer de pie completamente desnuda lavándose con algo de jabón el recuerdo de un niño perdido.
Fue pronto después de la llegada de la Cruz Roja Inglesa, aunque no puede tener conexión, que llegó una cantidad muy grande de lápices de labios. Esto no fue en absoluto lo que los hombres queríamos, gritábamos por centenares y millares de otras cosas y no sé quién pidió lápices de labios. Deseo tanto poder descubrir quién lo hizo, fue la acción de un genio, una brillantez auténtica y completa. Creo que nada hizo más por esos internos que el lápiz de labios. Mujeres tendidas en la cama sin ningún cobertor y ningún camisón pero con labios rojos escarlatas, las viste vagando con nada excepto una manta sobre sus hombros, pero con labios rojos escarlatas. Vi a una mujer muerta en la mesa funeraria y cogida en sus manos había un pedazo de lápiz de labios. Por fin alguien había hecho algo por hacerlos individuos otra vez, ellos fueron alguien, ya no solamente el número tatuado en el brazo. Por fin podrían tomar un interés en su apariencia. Ese lápiz de labios empezó a devolverles su humanidad.
Fuente: Museo imperial de la Guerra
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